Hermandades y su historia. 

La Semana Santa es la fiesta o tradición que persiste en Campillos desde casi la fecha de la fundación del pueblo 1492. El documento más antiguo que se conserva es un libro de actas de la Hermandad del Santo Cristo que data de 1593, en el que se refiere la compra de un solar situado junto a la Iglesia Parroquial, para edificar su capilla.  Según el Archivo Histórico Municipal de Antequera, en 1595 existía la Cofradía de «Nuestra Señora de la Soledad», que ese mismo año encargaría al escultor antequerano Andrés de Iriarte la realización de un resucitado. 

En la actualidad Campillos cuenta con seis cofradías de Semana Santa que son conocidas popularmente como: «La Pollinica», El Niño Chiquito, Santo Cristo, Jesús Nazareno, Santo Entierro y El Resucitado». Salvando a la primera que es relativamente reciente, pues su fundación data del año 1947 y a la última, Jesús Resucitado en 1997; las restantes cofradías podríamos deducir que comenzarán su andadura penitencial a finales del siglo XVI y principios de XVII gracias al conocimiento de algunos documentos conservados y pese a que no se tengan las Actas Fundacionales de ninguna de ellas. 

Hasta el 31 de marzo de 1675 la Hermandad del Santo Entierro y Nuestra Señora de las Angustias eran dos distintas, es partir de esta fecha cuando ambas deciden unirse. Según documentación de 1728, la Cofradía del Santo Cristo, conocida por entonces con de la Sangre, se mencionan tres imágenes en dicha cofradía: un Crucificado, San Juan Evangelista, Santa María Magdalena, María Santísima de los Dolores y Jesús Resucitado. 

A lo largo de los años, el cometido social y espiritual de las cofradías ha ido evolucionando, en sus orígenes se encargaban primordialmente del culto divino y de sufragar los gastos ocasionados por el fallecimiento de sus miembros: sepelio, misas, cera, flores, acompañamiento al funeral…asegurándoles por tanto a sus afiliados un digno enterramiento que solía ser en las fosas de las capillas que poseían en la Parroquia.  

Durante estos cuatro siglos de existencia, la imaginación desarrollada por los cofrades para recaudar fondos ha sido muy prolija, desde las clásicas rifas hasta representaciones teatrales. Así consta que en 1747 lo hiciera la Cofradía del Dulce Nombre, para costear la imagen de María Santísima, que hasta entonces, salía el Niño solo en procesión o con la virgen de otra hermandad. 

El siglo XVIII  fue uno de los de mayor actividad cofradiera,  como se refleja en los documentos que se conservan. Se llevaron a cabo compras de nuevas andas, imágenes, material para bordados, sayas, construcción de capillas y retablos en la Parroquia,  y un sin fin de acontecimientos durante todo el siglo.  

En este siglo, también se llevo a cabo la votación para poner nombre a la virgen de la Cofradía del Dulce Nombre, en 1747 se votó entre La Paz, Aflicción, Traspaso o Socorro, siendo elegido por mayoría Socorro.  Otro hecho curioso, era que el Santo Cristo fuese bajo palio, siendo de tela verde al igual que la cruz de madera. 

Las medidas desamortizadoras y reformistas de Carlos III en su empeño por controlar el enorme auge patrimonial de la Iglesia, hizo que decayera el desarrollo y la actividad de las cofradías a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. A ello se sumó el continuo estado de guerra y saqueo que ocupó sobre todo el comienzo de siglo . En 1830 Fernando VII ordenó la supresión de los desfiles procesionales, dado que el anonimato que proporcionaba el capirote se producían numerosos altercados y desórdenes. 

Desgraciadamente de igual forma que ocurriese en otros lugares , buena parte de nuestra historia, costumbres y tradiciones se perdieron tras la guerra civil 1936-39. Con ella no sólo desaparecieron libros y manuscritos de los archivos sino que tallas, esculturas , pinturas, enseres, tronos y bordados fueron pasto de las llamas y del saqueo. Lo poco que de entonces se pudo salvar es conservado y tratado por las distintas cofradías como auténticos tesoros. 

Por los pocos archivos que han perdurado, tenemos constancias, de las distintas cofradías, y sus imágenes. Así Antonio Aguilar y Cano en 1890 publicó un libro «Apuntes históricos de la Villa de Campillos» donde se describen anécdotas curiosas de nuestra Semana Santa. Por él sabemos que en los desfiles los disciplinantes se herían la espalda desnuda con gruesos abrojos de cera que estaban erizados con cascos de cristal.  Y  en los desfiles se representaban  a los 12 apóstoles, con túnicas, cabellera y una máscara. 

En los años 40 comienza la tarea de reposición de tronos, e imágenes terminándose esta labor, a principios de los 60.  Fueron años muy difíciles, de gran pobreza, y hambre. La escasez y falta de trabajo eran tan apremiante  en el pueblo que las hermandades en lugar de limosnas pedían panes, harina  y aceite a los más pudientes para repartirlos entre los más necesitados y pese a todo, no cejaron en su empeño de levantar sus patrimonios y continuaron renovando tronos e imágenes. 

En 1957, se constituye por primera vez la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Campillos cuyos fines son aunar esfuerzos e intentar mejorar y engrandecer la Semana Santa de Campillos. Entre sus logros destaca: la creación de una banda de tambores y cornetas, la realización por vez primera de propaganda impresa de la Semana Santa por los pueblos de nuestro entorno, intentar reorganizar la cofradía del Niño Chiquito y organización del primer pregón de Semana Santa, celebrado el Domingo de Ramos de 1959 corriendo a cargo de D. Diego Moreno Jordán.  En Marzo de 1966 editan el primer y único número de una revista de Semana Santa que recogía además de la información de cada cofradía, la salida procesional de la Virgen de la Soledad del Sábado Santo, encerrándose en la ermita de San Sebastián. Dicha virgen no era otra, que la virgen de los Dolores, que durante unos años salió vestida totalmente de luto sobre unas andas sostenidas con horquillas y el solo acompañamiento de un tambor destemplado. 

Durante los años 70, nuevamente el movimiento cofradiero de Campillos sufrió un parón importante, que duró hasta mitad de la siguiente década. Esta situación llevó a las hermandades a utilizar artilugios mecánicos con los que desplazar los tronos por las calles con apenas seis hombres. La década de los 80 supone el impulso definitivo que nuestra Semana Santa necesitaba. Nuevamente se reforman tronos, ampliándolos y adaptándolos a los varales. Comienzan a construirse las casas de hermandad. Los desfiles se enriquecen y el patrimonio cofradiero se va engrosando con auténticas obras de arte.

La mujer, olvidada durante siglos y relegada a la labores de costura y limpieza, toma protagonismo destacado en la procesión acompañando a las Vírgenes con sus mejores galas de mantillas y ocupa sitio preferente en las Juntas de Gobierno. 

La Agrupación de Hermandades y Cofradías, vuelve a organizarse en 1987, con un objetivo prioritario, la adquisición de una imagen de Jesús Resucitado con el que completar el particular Vía Crucis campillero y celebrar con júbilo el triunfo de la vida sobre la muerte, hecho que ocurre diez años después  en 1997, con la obra de Antonio M. Castillo Jaren. 

En los 25 años del siglo XX el revulsivo sufrido por la Semana Santa de esta localidad la hace destacar entre las más célebres de toda la provincia malagueña. Campillos tiene un nombre propio en la primavera de cada año. Un total de 11 imágenes y otros tantos tronos desfilan en cinco de los ocho días pasionales: Domingo de Ramos, Miércoles Santo, Jueves Santo, Viernes Santo (mañana y noche) y Domingo de Resurrección. 

 En ellos más de 200 mantillas, unas 17 bandas de música, cornetas y tambores,  72 consiliarios y alrededor de 1000 hombres de trono acompañan a los Sagrados Titulares de las cofradías, en un pueblo de apenas 8658 habitantes. 

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